HomeAgenda ApostólicaSegundo aniversario de dos sublimes acontecimientos: el triunfo de un Apóstol y el Llamamiento de otro Apóstol Agenda Apostólica Segundo aniversario de dos sublimes acontecimientos: el triunfo de un Apóstol y el Llamamiento de otro Apóstol (Coordinación de Crónica Apostólica) — El jueves 8 de diciembre, el Apóstol de Jesucristo, Naasón Joaquín García, se presentó en el templo de la colonia Hermosa Provincia –en Guadalajara– donde elevó una oración de acción de gracias y dirigió un mensaje a la Iglesia Universal —a través de la señal de internet, que fue retransmitida por la tarde. El reloj marcaba las 4:24 de la mañana cuando el Apóstol del Señor salió de su casa, acompañado por siete pastores y un numeroso grupo de ministros que con antelación lo esperaban, y se dirigió a la Casa de Oración. Sin embargo, en esta fría mañana no se condujo al oratorio —como habitualmente lo hace—: encaminó sus pasos en dirección al área ministerial del templo sede internacional de la Iglesia La Luz del Mundo. Los cientos de hermanos que acudieron para acompañarle en su plegaria matutina, sorprendidos y gozosos ingresaron al interior del templo para escuchar el mensaje apostólico: «La paz del Señor sea con todos mis hermanos. Esta no es una presentación oficial. Aunque este es un día de bendición, porque este día —hace dos años— su hermano oyó la voz de Dios, he querido celebrar este hermoso acontecimiento hasta el día 14 de diciembre, pues esta fue la fecha señalada por Dios para darme a conocer como el Administrador de esta gracia bendita», fueron las palabras de salutación. Una oración de gratitud El Apóstol del Señor, luego del saludo, recordó que todos los días eleva su plegaria al Creador en favor de su familia, del Cuerpo Ministerial, de la Iglesia del Señor esparcida por el mundo y por quienes están ordenados para la vida eterna y que habrán de creer por la Palabra que él administra en esta época de dispensación: la Palabra de Cristo (v. Juan 17:20) —el Señor envía a sus apóstoles para ser luz hasta lo último de la tierra (v. Hechos 13.47). Al ser el 8 de diciembre un día especial para él y para la Iglesia, el Apóstol Naasón Joaquín quiso invitar a los hermanos congregados esta mañana para que lo acompañaran en una oración de acción de gracias. Antes de elevar su plegaria, recordó que hace dos años tuvieron lugar dos hermosos acontecimientos; en primer lugar, Dios llamó al descanso eterno a su Siervo, el Apóstol Samuel Joaquín Flores. En este tenor, destacó que no debe de existir el pensamiento egoísta de porqué el Señor se lo llevó, porque la vida del hombre tiene un principio y un fin en esta vida: «Seremos perfectos y eternos en la gracia de Dios, más no en esta vida humana, donde sabemos perfectamente que nuestro cuerpo tiene un fin”, afirmó. Destacó que el hombre que no tiene la fe de Dios y la esperanza, y que carece de la comprensión espiritual, es quien lamenta que haya dormido el Apóstol de Jesucristo Samuel Joaquín. En cambio, el hombre espiritual se llena de júbilo al recordar con grande satisfacción a un hombre valiente, gallardo, lleno de bondad y de amor que durante cincuenta años estuvo al frente del Pueblo de Dios y que hoy dice con alegría: ¡Ya descansa en los brazos de Cristo! La partida del Apóstol Samuel Joaquín al descanso eterno es motivo de júbilo espiritual: no hay lugar para luto o lamento Enseguida, abundó: «Hermano: ¿por qué te vas a lamentar? ¿Porque él ya está el al lado de su Señor? ¿Porque ya está con sus consiervos? ¿Porque se ha reunido con la Iglesia del Señor esperando el pago final que corresponde a todo hijo de Dios?… ¿De eso nos vamos a lamentar? ¿De que ya no esté con nosotros? No, hermanos. ¡Dios nos libre de que busquemos lutos! ¡Dios nos libre de que con lágrimas, tristeza o dolor queramos recordar a quien durante cincuenta años fue nuestro Padre en la fe! Antes de elevar su plegaria al Creador, agradeció ante su Pueblo que hace dos años —un día como hoy— el Señor le diera a su Siervo el descanso eterno, el justo pago y la corona de la inmortalidad. Y agregó: «Hoy me acuerdo de él y digo: ¡Qué bellos momentos! ¡Cuanta hermosa enseñanza nos dejó! ¡Qué bello y hermoso ejemplo nos dejó a través de su vida, dedicada cien por ciento al trabajo y administración de esta hermosa Palabra del Amor!». Añadió que, como hijo espiritual que fue de Samuel Joaquín, esta mañana acudió al templo a doblar sus rodillas no para añorar el regreso del Apóstol de Jesucristo o de reprochar a Dios la partida de su Siervo —quien en sus últimos días hizo esfuerzos sobrehumanos con el propósito de presentarse ante la Iglesia y seguir dandole el invariable ejemplo de fortaleza y amor—; se presentó en la Casa de Oración para decirle al Señor: «Gracias te damos, porque le diste ese hermoso pago a mi padre y hoy descansa en tus brazos; hoy se encuentra feliz con sus consiervos; se reencontró con el Apóstol Aarón Joaquín, con la hermana Elisa Flores, con la Iglesia… Se reencontró contigo y está feliz a tu lado». Testimonio del Llamamiento Apostólico a dos años de distancia En otro momento, recordó que en aquellos días la gran mayoría de la Iglesia creía en la recuperación de la salud del Apóstol Samuel Joaquín —como en su momento la Iglesia antigua creía que Dios volvería a restaurar la salud del Apóstol Aarón Joaquín—; sin embargo, ante aquel dolor que el Pueblo comenzaba a experimentar, el 9 de junio de 2014 el Espíritu de Dios inspiró al Apóstol de Jesucristo para proporcionarle tranquilidad a la Iglesia y sus palabras infundieron seguridad: «¡No os preocupéis por el futuro! Se estarán preguntando: ¿y qué va a pasar el día de mañana? Yo les voy a decir qué pasará: ¡Sois hijos de Dios! ¡Seréis bendecidos, engrandecidos y prosperados!». En otro momento, expresó: «Escucho la alabanza del Coro y qué razón tiene en decir: ¡Somos y seguimos siendo La Luz del Mundo! Continuamos alegres dándole la gloria a Dios, porque en su bondad y en su amor condujo a su Siervo al descanso eterno. Y fue justo en ese momento, cuando yo experimentaba aquel dolor. Caí de rodillas y le imploré: ‘Señor, consuélame. Yo no sé ahora qué va a ser de mí, porque el que me cuidaba ya no está conmigo; el que me protegía ya no está conmigo, el que me amparaba ya no está conmigo… Y eso me causa temor, me causa miedo’. En ese momento, [en una de las habitaciones de la casa paterna] escuché aquella voz de Dios: voz como estruendo de muchas aguas; voz que ha dado a la Iglesia paz y tranquilidad… y me hizo temblar: ‘¿Por qué me pides consuelo si tú has de consolar a este Pueblo». Enseguida, el Apóstol del Señor preguntó: «¿Has sido consolado o todavía vives en ese recuerdo de llanto y tristeza? ¿Has creído en tu hermano Naasón? ¿Vives feliz, dichoso y alegre? —la Iglesia, en una sonora y unánime respuesta, expresó vehemente: ‘amén’—. Dios te ha consolado en esta Elección, te ha abrigado, te ha abrazado y te ha permitido seguir viviendo bajo su gracia». Con esa reflexión de júbilo y gratitud, invitó a la Iglesia a acompañarlo en una oración: «Hoy, más que nunca, quiero doblar mis rodillas y quiero que tú me acompañes y le digamos a nuestro Dios: ¡La gloria sea dada a ti! ¡Qué felices somos! ¡Qué consolados estamos! ¡Seguimos de triunfo en triunfo en esa promesa que tú nos diste en los labios de tu Apóstol Samuel». Tras una sublime y prolongada oración, antes de rayar el alba del día 8 de diciembre, Apóstol e Iglesia dieron gracias a Dios por la memoria de estos dos singulares acontecimientos. Al término de ella, se despidió de la grey con la siguiente reflexión: «No estamos afligidos, ni tristes, ni derrotados… La Iglesia sigue adelante, firme y alegre en Cristo nuestro Señor. Que Dios los siga bendiciendo y llevando de triunfo en triunfo». Al salir del santuario por el pasillo central, mientras el Coro entona la alabanza «Somos La Luz del Mundo», los hermanos se acercan al pasillo exclamando palabras de felicitaciones y algarabía espiritual: «Dios le bendiga, Padre», «Lo amamos, Apóstol de Jesucristo»… Con su partida, el Apóstol Samuel Joaquín se inmortalizó; su alma disfruta del descanso eterno Al llegar a la Casa Grande, platicó con sus colaboradores: «Cómo voy a recordar con llanto a quien me dio una enseñanza tan hermosa?, ¿cómo voy a extrañar con lágrimas de lamento a quién entregó su vida por mí?; al contrario, yo sonrío y le doy gracias a Dios por el hermoso lugar que le dio a mi padre, un lugar al que anhelo un día llegar y me voy a reencontrar con él». Destacó que en este aniversario no debe haber tristeza en la Iglesia, porque el alma del Apóstol Samuel Joaquín descansa. Recordó que en numerosas ocasiones su padre exclamó con cierto anhelo: «¡Cómo me gustaría que mi padre [refiriéndose al Apóstol Aarón Joaquín] viniera y pudiera ver el crecimiento de la Iglesia!», pero acotó este deseo al señalar que eso es imposible, toda vez que hay una gran sima que «está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá’» (Lucas 16:26). Recordó que el Apóstol Samuel Joaquín cumplió su carrera, que su salvación ya es eterna y que por eso esta fecha es ya una celebración en la Iglesia del Señor que, al igual que cuando un hermano duerme en los brazos del Señor, no hay lamento. Mencionó que por ello todas las alabanzas clasificadas en el himnario como «duermen en el Señor», ninguna habla de lamento, todas hablan de triunfo y de victoria. Aún las personas que no comulgan con nuestra fe les asombra estos momentos y se preguntan: «¿Están en fiesta?», sí, porque un alma que triunfa es sinónimo de alegría. En otro momento, retomó las palabras de satisfacción que expresara el Apóstol Pablo cuando escribió : «He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe» (2 Timoteo 4:7). Destacó que esta es la esperanza de los hijos de Dios: «… para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia»; es decir, que cuando un hermano duerme en el Señor no hay lamento, dolor o tristeza, porque se trata de un triunfo espiritual. Cuando el Apóstol Pablo menciona —al final de sus días— que ha peleado la buena batalla de la fe y ha cumplido con lo que el Señor le había encomendado, no existe en sus palabras asomo de tristeza; al contrario: ¡Cuántas veces había expresado su deseo de partir de este cuerpo y estar con el Señor! En este tenor, expresó: «El Apóstol Samuel Joaquín, mientras él vivió y hasta su último aliento, su vida la entregó por la Iglesia. Aún cuando su cuerpo se encontraba enfermo, él hacía esfuerzos sobrehumanos para darnos aliento y fortaleza espiritual. Nos dolía contemplarle, es cierto; no nos daba alegría, no porque no celebráramos el verlo, sino porque nos dolía ese esfuerzo que él hacía. Cuando duerme, pues, nos dolió la separación humana, pero también nos alegró el triunfo y el descanso eterno del cual ahora goza junto con los redimidos». La proclama de la Iglesia continúa: ¡Somos La Luz del Mundo! En relación con la Iglesia, recordó que el día de la partida física del Apóstol de Jesucristo,—el 8 de diciembre de 2014—, así como la semana posterior en que fue honrado su cuerpo, «nunca hubo desesperación porque la Iglesia siempre esperó que Dios se manifestara; los hermanos no estaban corriendo por las calles asustados ni se lamentaban diciendo: ‘¡Qué va a ser de nosotros! ¡Ahora que va a suceder!’. Por el contrario, la Iglesia se encontraba en una perfecta paz». Cuando anunció el triunfo y la partida del Apóstol Samuel Joaquín, el Apóstol Naasón Joaquín expresó: «No estamos solos. Continúa el Espíritu de Dios con nosotros», porque ya había una certeza y una seguridad [minutos antes había escuchado la voz de Dios]. Recordó que su Llamamiento Apostólico no lo dio a conocer desde el primer momento porque también había recibido una indicación de Dios: «Honra el cuerpo de mi Siervo Samuel y el domingo te presentarás ante el Pueblo». De esa manera encargó a los ministros no permitir que los espíritus opositores pretendan diseminar luto o tristeza en la Iglesia: «No hay tristeza en el cielo, ni llanto, ni amargo dolor… En el Seno de Abraham se encuentran las almas desesperadas diciendo: ‘¡Hasta cuando!…’, y por nosotros y por quienes están ordenados para vida eterna, están siendo todavía detenidas, porque aún faltan muchos que serán parte del Pueblo de Dios en esta época de dispensación». Antes de despedirse, el Apóstol de Jesucristo recapituló: «Esta alegría se tiene que manifestar en la Iglesia: ¡No estamos de luto! ¡No hay dolor, ni hay llanto, ni amargura! ¡Hay alegría y consuelo! Tenemos que seguir proclamando que ¡Somos La Luz del Mundo!, y seguiremos venciendo… Y no lo digo por soberbia ni por hinchamiento, pero bien cantaron los hermanos: ‘Tenemos un Apóstol’… Al final de su consejo, expresó que Dios le ha inspirado no establecer el día 8 de diciembre como una fecha oficial de celebración en la Iglesia para que ésta no se derive en un festejo de luto, dolor o tristeza: fue el Señor quien quiso que la manifestación del Llamamiento Apostólico fuera el día 14 de diciembre. «En donde quiera que esté, Dios me conceda recordar siempre el favor que Él hizo en mí y que fue en beneficio de toda la Iglesia. Cada año, en esta fecha levántense y denle gracias a Dios, porque en su bondad quiso que en la noche llegara la muerte pero en la mañana llegó la alegría». Con estas palabras se despidió de sus colaboradores e ingresó a su casa. El reloj marcaba las cinco de la mañana y el primer culto daba inicio. Fuente: Coordinación de Crónica Apostólica. [envira-gallery id=”17946″] Berea Staff, J.R. Share This Previous ArticleEl Apostolado: sello de autenticidad de la Iglesia de Cristo Next ArticleOración Apostólica: La ofrenda continua en favor de la humanidad December 8, 2016