HomeAgenda Apostólica«El hueco de la mano de Dios: un techo espiritual en el cual nos sentimos protegidos y seguros»: mensaje apostólico a la Iglesia Universal Agenda Apostólica «El hueco de la mano de Dios: un techo espiritual en el cual nos sentimos protegidos y seguros»: mensaje apostólico a la Iglesia Universal (Coordinación de Crónica Apostólica) — El domingo 10 de septiembre, el Apóstol de Jesucristo, Naasón Joaquín García, dirigió un mensaje a la Iglesia Universal, desde Guadalajara. El reloj marcaba las 6: 46 de la tarde, cuando el Apóstol del Señor ingresó a la Casa de Oración, acompañado del hermano D.E. Carlos Montemayor —responsable en turno de la Oficina Pastoral— y los tres diáconos locales de la Iglesia de la colonia Hermosa Provincia. En aquel instante, luego de concluido el servicio de alabanza, tenía lugar el punto de doctrina. En el transcurso de este domingo, los medios de comunicación internacionales, a través de la prensa escrita, televisión y redes sociales, daban cuenta del paso del huracán «Irma» por la península de Florida (EE UU). Se trataba —informaron— del primer huracán mayor y uno de los más poderosos que se han desarrollado en el océano Atlántico, de categoría 5 (el máximo nivel en la clasificación de Saffir-Simpson). Se insistía sobre los efectos «devastadores» que este meteoro dejaría a su paso. Mientras el Embajador del reino de los cielos caminaba por el pasillo central del templo, se escucharon las estentóreas notas del himno-insignia del ministerio apostólico contemporáneo: «Soy yo soldado de Jesús»… Atónita, la Iglesia que esta tarde había asistido al servicio de alabanza, daba bienvenida al insigne maestro: los hermanos levantaban sus manos y le saludaban. En un instante, el aroma de la Elección Apostólica perfumó el recinto sagrado. En el registro histórico, la respuesta del Pueblo de Dios ante los desastres naturales: un testimonio vivo para el mundo Luego de saludar a su amada Iglesia de Guadalajara —su cuartel general espiritual—, el Apóstol de Jesucristo dirigió un mensaje a la Iglesia Universal, en el contexto de los citados eventos meteorológicos: «Quiero hacer público, Iglesia del Dios Vivo, Columna y Apoyo de la Verdad, que esparcida por todo el mundo hoy se encuentra, y principalmente a los hermanos que les ha tocado sufrir los desastres naturales que Dios ha permitido, mi profundo orgullo por la forma en que este Pueblo ha confiado en nuestro poderoso Dios: como tu su serenidad, seguridad y tranquilidad, en momentos de gran peligro, han quedado registrados para un testimonio vivo para el mundo, quien, sorprendido, no alcanza a entender el porqué de esta grande paz, ante los fenómenos que aterran a la misma humanidad. «De continuo, somos observados por el mundo. Cada paso, palabra y acción son vigilados con detenimiento; antes era para burlarse de nosotros, gritarnos, maltratarnos… Hoy, lo anterior ha cambiado en admiración. Ahora, nuestros humildes cuerpos y personas les dan a ellos confianza; se sienten seguros y amparados con nosotros. Y es es que ellos no ven nuestro débil cuerpo ni nuestros frágiles brazos; saben que hay algo poderoso en nosotros que no es natural: ese ‘algo’ es nuestro Dios; pero no saben cómo explicarlo y se acercan con humildad —aunque sean poderosos en el mundo— y dicen: ‘Oren por nosotros. Sabemos del poder del Dios que va al frente de ustedes’». «Díganle a su Dios que se compadezca de nosotros». Enseguida, el Apóstol de Jesucristo hizo un resumen acerca de los flagelos que azotan a la humanidad en el presente: «Hoy sabemos de huracanes grandes que no se habían registrado en la historia; de terremotos que, en su intensidad, no se habían repetido en cien años; de guerras y amenazas de guerras; de actos deshumanizados llenos de odio en razas y pueblos; de fuertes crisis económicas y sociales; de vicios que corrompen al ser humano, lo destruyen y lo convierten en piltrafas humanas; de grandes enfermedades y de muchos males que sufre el mundo en la actualidad… Pero el Pueblo de Dios tiene en los dinteles de su alma la sangre gloriosa del Cordero de Dios, evitando con ello que toque nuestro frágil ser. Creer en la Elección de los Elegidos de Dios y suplicar en oración con arrepentimiento: acciones de fe «Estamos en el hueco de la mano de Dios. Él sabe que estamos contentos con su voluntad, y que la mayor protección que buscamos es para nuestra alma. Pero también sabemos que el gran poder de Dios es para disciplina del mundo, y Él nos toca también a nosotros cuando no le hemos sido fieles. Por eso, hemos tomado una de las armas santas que nos ha dejado: la oración. «Dios aplaca su ira tan pronto el Pueblo utiliza dos acciones de fe: creer en la Elección de los Elegidos de Dios y suplicar en oración, con arrepentimiento. Cuando te pregunten porqué se modificó la acción poderosa de la naturaleza… y cómo entre tantos desastres —y muerte— ustedes se encuentran bien, nosotros respondemos: ‘Es que hay un Elegido de Dios en la tierra para protección de nuestras almas… pero también de nuestras personas’. «Esta Iglesia, unida por la fe, sigue adelante. No tenemos temor de nada. De las calamidades del mundo, estamos seguros bajo el amparo de Dios; aunque caminemos en valle de sombra y de muerte, no temeremos mal alguno porque Jehová está con nosotros: su amparo y fortaleza siempre se ve manifestada a favor de su Iglesia. «Hoy quiero exclamarlo con felicidad: fueron días en que su hermano oraba. Ayer bajaba de mi oficina en Los Ángeles, California, y me quedaba toda la noche orando al Señor: «Cuida a tu Pueblo, no vayas a permitir que algo le suceda. Da testimonio de que tú, el único Dios poderoso, siempre proteges a tu Iglesia. «Me siento muy orgulloso de ustedes! ¡Sois fuertes en la fe y confiáis en el único Dios Vivo, nuestro único benefactor y protector» «Hasta el día de hoy, hace unas cuantas horas, se me notificaba que ningún hermano había sufrido algún percance. Dios nos ha sostenido y guardad; por eso, con toda la alegría de mi corazón quiero decirle a la Iglesia del Seño, que Él me entregó en mi administración: ¡Me siento muy orgulloso de ustedes! ¡Que hermosa reacción habéis tenido ante estos desastres naturales! ¡Sois fuertes en la fe y confiáis en el único Dios Vivo, nuestro único benefactor y protector! No se cansen, entonces, con sus testimonios, su actitud, su seguridad y su confianza, pero, sobretodo, con su oración. Den testimonio que quién va al frente de nosotros es Jehová de los ejércitos. «Iglesia Universal: ¡No tengas temor! Aunque el enemigo quiera hacerte daño, recuerda que hay una marca en tu alma —refrendada el pasado 14 de agosto—, y cuando pasa el espíritu de la muerte y ve esa marca dice: ‘Ahí no puedo hacer nada: ellos son hijos de Dios, protegidos y asegurados por Él…’. Seguirán los desastres; apenas se termina un huracán y se levanta otro; apenas se conoce una noticia mala y viene la otra… pero el Pueblo de Dios, en todo momento, ha estado seguro». Enseguida, el Apóstol de Jesucristo invitó a la Iglesia a cantar el himno n. 430, «Por la inefable luz del día», para agradecer a Dios su misericordia y protección. «Por la inefable luz del día, que tanto alegra el corazón. Al despertarnos diariamente, cuando admiramos el fulgor de una alborada rubia y bella, ¿gracias sean dadas a mi Dios…», se lee en su primera estrofa. Antes de cantar el himno, el Apóstol del Señor analizó algunas de sus estrofas: «¿De qué alborada habla esta alabanza?, ¿de la que estamos contemplando —que es material— y que se ve hermosa y rubia? ¡No! Nuestros días no son materiales: son en Dios. Para nosotros no hay días buenos o mal —cada mañana son nuevas sus misericordias—». Refutó las prácticas de los agoreros, quienes engañan a los supersticiosos al hacerles creer que los astros determinan el destino de los seres humanos, y atajó categórico: «¡Mentiras! ¡Engaños! No hay nada que no ocurra que no sea la voluntad de Dios. Él ya tiene determinado lo que ha de suceder». Y continuó: «No me estoy refiriendo a la alborada que vemos cada mañana, que es material, sino a la alborada espiritual que es nuestro Dios, que al momento de abrir los ojos, nuestras primeras palabras son de gratitud y reconocimiento: ¡Gracias, Señor, por concedernos un hermoso día más. ¿Vimos materialmente la alborada bella y rubia material? ¡No! Vimos nuestra alborada, que es Dios». Indicó su deseo de que esta alabanza, que sería entonada esta tarde con los hermanos de Hermosa Provincia, con el espíritu y entendimiento (v.1 Corintios 14:15), fuera cantada al día siguiente —lunes 11 de septiembre— a partir de la oración de cinco de la mañana, en todas las iglesias. «Se cantará… y qué bonito es expresar: ‘Por tantas y tantas maravillas, ¡gracias sean dadas a mi Dios. Por toda las cosas que nos has dado, volteamos al cielo y te decimos: gracias sean dadas, mi Señor». El olor espiritual de la Elección: aroma suave, fragante y de vida eterna Luego de cantar el himno, el Apóstol de Jesucristo reanudó su análisis: «¿Entiendes lo que has cantado? ¿Estás pensando que nuestra alabanza se refiere a cosas materiales? No, hermano. Todo lo que hacemos —sea de palabra o de hecho— lo entendemos y discernimos espiritualmente». a) «Por el aroma de las flores…». «¿Cuáles flores? ¿Las de un jardín? ¡No! Nosotros tenemos una fragancia de vida que continuamente estamos oliendo… No es el aroma de una flor material, sino olor de vida, que Dios pone frente a nuestra nariz para que olamos esas fragancias tan hermosas. Mientras que muchos están oliendo un aroma que trae tristeza y dolor por los desastres —olor de muerte—, en la Iglesia del Señor solamente se esparce un grato olor: aroma suave, fragante y de vida eterna: ‘El olor de la Elección’ (v. 2 Corintios 2:16)». Dejó claro que a pesar de que hay condolencia y petición a Dios por las personas que, sin ser miembros de la Iglesia, sufren los estragos de estos accidentes, destacó que entre el envío de mensajes las redes sociales, que los hermanos recíprocamente se enviaban: «¡No tengan temor. El Varón de Dios está orando por nosotros! ¡No tengan miedo, el Hombre de Dios está en el monte santo levantando sus brazos! ¡Tengan confianza!». La respuesta no se hacía esperar: ¡Tienen razón, hermanos. Por la oración del Siervo de Dios, y con la ayuda del Señor, estaremos bien’. «Ese es el olor que la Iglesia huele día a día», agregó. La Palabra de Dios: pan de vida para el alma b) «Por ese pan de cada día, que Él nos concede con amor. Infatigable, bueno y santo, a todo ser de la Creación…». «Esta estrofa no se refiere al pan material, pues hay un pan que desciende del cielo: ‘… no sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios’ (Mateo 4:4). Este pan del cielo nutre día a día nuestra fe». Y añadió: «Estuve un momento escuchando al hermano que preside… ¡qué hermosas palabras te estaba dando! Sin embargo, no son palabras: ‘Son el pan de vida para tu alma’. c) «Y por el techo que nos cubre, y por su santa bendición…». «¿Se refiere a un techo material? ¡No! Habla de un techo espiritual, el cual es el hueco de la mano de Dios, y ahí nos sentimos protegidos y seguros. Y en ese hueco estamos más seguros que ninguno, porque nadie puede penetrar esa mano poderosa que es de nuestro Dios. d) «Por esa chispa milagrosa de inteligencia que Él nos dio…». En este apartado, afirmó enfático: «Por esa inteligencia que Dios nos permite al entender su Palabra, decimos nosotros: ‘Gracias sean dadas a mi Dios’. e) «Por esa dicha tan insigne que en su piedad nos dispensó. Mandando a su Hijo sacrosanto a consumar la redención…». «‘Dicha única que sólo Dios da a sus hijos…’. Yo le decía al Señor: ‘No ha transcurrido ni un mes en que ellos volvieron a renovar el contrato contigo, al reafirmar: ¡Soy el hijo de un Rey! ¡Del Rey de reyes, Señor de señores y Dios de dioses! Haz válido este contrato y protege a los tuyos’, y hasta hoy Él ha respondido. Por todas estas cosas venimos a decirte, con todo nuestro corazón y gratitud, ¡gracias sean dadas a ti, Padre celestial!». Oración apostólica Luego del análisis espiritual del citado himno, el Mensajero del Evangelio eterno dobló sus rodillas y elevó su plegaria al Creador, a la que se sumó la iglesia congregada: «Señor: no existen palabras humanas para poder dirigirnos a ti. Todo tu Pueblo —tus hijos— están agradecidos por todo lo que has hecho por ellos. Tu mano no los ha abandonado ni ha permitido que les toque el mal. Cuántas cosas malas se viven hoy en el mundo. Sin embargo, el mundo ve algo bueno: que tu Iglesia sigue adelante, de triunfo en triunfo, segura de tu mano y protegida por tus ejércitos… «Por eso, hoy, con toda nuestra humildad, pero también con todo nuestro reconocimiento, alzamos nuestra voz para decirte: ¡No a nosotros, oh Jehová, no a nosotros, sino a tu nombre damos la honra, la gloria y la alabanza desde ahora y para siempre! Por tus bondades y misericordias, por tu amor y por haber protegido a tu Pueblo, hoy, más que nunca, estamos comprometidos contigo y te decimos: ‘Nuestros labios no callarán. Se abrirán para decir que hay un Dios Vivo que no es pintura, madera, yeso o ayate… Un Dios Vivo que está en los cielos, fuerte, poderoso… que todo lo que ha querido ha hecho. ¡A tu nombre, y al de tu hijo amado Jesucristo, sean la gloria y alabanza por siempre! Ante las calamidades que padece el mundo, no os preocupéis: «Jehová es nuestro pastor y nada nos faltará» Al término de su plegaria al Creador, el Apóstol Naasón Joaquín se dirigió de nuevo a la Iglesia, a la físicamente presente y a la que a través de la señal de internet se unió al video: «Seguro se halla el aprisco. El Pueblo de Dios respira con alegría y su hermano, con grande orgullo y satisfacción, puedo volver a decirle al mundo entero: ‘Esta es la Iglesia del Dios Vivo Columna y Baluarte de la Verdad. ¡Que Dios quede con vosotros! Que los hermanos esparcidos en el mundo que os enfrentáis a esas calamidades, no os preocupéis: ‘Jehová es nuestro pastor y nada nos faltará’. ¡Dios los bendiga en el nombre de Cristo Jesús!». Al descender del ministerio, el Coro cantó la alabanza «En mi alma hay quietud». Entretanto, de manera espontánea se acercaron decenas de niños a las primeras bancas del templo. Con singular regocijo, los niños y niñas le abrazaron. En ese momento, el insigne maestro les dirigió unas palabras y dejó la bendición apostólica a la niñez, «Iglesia del presente». Mientras los saludaba, tocó con su mano las cabezas de algunos de ellos. La Iglesia, entretanto, lo esperaba a su paso rebosante de alegría. Al salir del templo, comentó a sus colaboradores que se hablara de la grandeza de Dios en las oraciones y que se pusiera de relieve que lo sucedido en los recientes desastres naturales no fue una situación menor: Dios escuchó la plegaria de su Elegido y el clamor de su Pueblo. Se repitieron las palabras que el Apóstol Naasón Joaquín expresara el viernes 23 de octubre de 2015, cuando, por su intervención, el huracán «Patricia» se desvió de las costas de los estados de Colima, Nayarit y Jalisco: «Una vez más quiero notificar esta hermosa noticia: ¡Seguro se haya el aprisco. El hato tranquilo ya está!». Se escribió así una página más de la historia del apostolado contemporáneo, el de Naasón Joaquín García, Siervo del Dios Vivo y Apóstol de Jesucristo por la gracia del Señor. Fuente: Coordinación de Crónica Apostólica. Berea Staff, J.R.G. Share This Previous ArticleCeremonia de Despedida Santa Cena 2017 Next Article«Mi profundo orgullo por la forma en que este Pueblo ha confiado en nuestro poderoso Dios»: Apóstol Naasón Joaquín September 10, 2017