HomeAgenda ApostólicaEl avivamiento: una fiesta espiritual en la tierra y en el cielo Agenda Apostólica El avivamiento: una fiesta espiritual en la tierra y en el cielo (Coordinación de Crónica Apostólica) — El viernes 20 de abril, el Apóstol de Jesucristo, Naasón Joaquín García, elevó su plegaria matutina en el templo de la colonia Hermosa Provincia, en Guadalajara. El reloj marcaba las 4:27 de la mañana cuando salió de su casa con dirección al templo. Algunos de sus colaboradores —pastores, diáconos y encargados—, quienes con antelación lo esperaban, lo acompañaron en su cita al recinto sagrado. En la Glorieta Central, calle que circunda la Casa de Oración, se encontraba un numeroso grupo de hermanos quienes, durante el trayecto del Apóstol de Jesucristo, lo saludaron con particular beneplácito. Rostros de alegría, gozo, felicidad y, sobre todo, de seguridad en la enseñanza divina: «Creed en Jehová vuestro Dios, y estaréis seguros; creed a sus enviados, y seréis prosperados». En el interior del templo, el Apóstol Naasón Joaquín elevó su plegaria al Creador, mientras el Orfeón local entonaba las siguientes alabanzas: «Somos La Luz del Mundo» y «Alcancé salvación». Entre tanto, los ministros doblaron sus rodillas —en el atrio lateral del templo— y se unieron con devoción a la oración del justo. La iglesia congregada hizo lo propio: algunos hermanos en el interior del templo; otros, en los atrios y en la Glorieta Central. Al término de su plegaria, el Apóstol se despidió de los integrantes del Coro. Nacer de agua y espíritu: necesario para ser aptos del reino de Dios En la puerta de su casa, luego de acudir al jardín de la oración, el Apóstol de Jesucristo platicó con sus colaboradores. Su primer comentario fue en relación con los avivamientos que tuvieron lugar esta semana en la colonia Hermosa Provincia, y que el día de ayer —19 de abril— se dio la bienvenida a los hermanos que recibieron la promesa del Espíritu Santo. Sobre esta fiesta espiritual, el hermano P.E. Octavio Herrera, pastor en turno en Hermosa Provincia, comentó que fueron 54 hermanos —entre hombres y mujeres— los que recibieron la adopción de hijos de Dios. «Qué fiesta tan bonita, el contemplar a los hermanos que fueron sellados con el Espíritu Santo», expresó el Apóstol de Jesucristo, con singular regocijo. Enseguida, recordó una expresión del rey David, cuando dijo: «¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?» (Salmos 8: 4), en referencia a que la promesa del Espíritu Santo no fue dada a los profetas de la antigüedad, como destinatarios, sino a la Iglesia de Jesucristo —tanto en la época apostólica en las lluvias tempranas como ahora, en la época de la Restauración—. En este tenor, el Apóstol asentó: «El Espíritu de Dios no moraba en los profetas de manera permanente: solo los visitaba y los tomaba para manifestar alguna voluntad que Él deseaba externar al Pueblo, y luego se apartaba de ellos. Sin embargo, aún en esta bendición, los profetas tenían este acto como único». En relación con lo anterior, el 6 de marzo de 2017 —luego de su plegaria matutina— el Apóstol Naasón Joaquín expresó: «Los profetas indagaban, inquirían y anhelaban contemplar lo que ahora estamos viendo. La gente se admira porque el Apocalipsis es un libro lleno de profundidades, que habla del fin de los tiempos… Pero no es así, ¡habla de nuestro tiempo! , ¡da testimonio de lo que hoy estamos viviendo! «El Apóstol Juan escuchó la voz de Dios —una gran voz como de trompeta— que le dijo: ‘Escribe en un libro lo que ves…’ (Apocalipsis 1:10), y escribió: ‘Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos […] Estos que están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son, y de dónde han venido? Yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero’ (Apocalipsis 7:9; 13-14). «Los hermanos que reciben el Espíritu Santo —en todo tiempo y lugar— son una pequeña parte de esa multitud. No es la culminación de la multitud que vio Juan, pero somos testigos de cómo se están uniendo poco a poco esas multitudes que, en un futuro, estarán frente a la presencia del Señor». Por la adopción del Espíritu Santo, somos hijos de Dios eternamente Esta mañana, el Embajador del reino de los cielos reiteró que, a diferencia de la época de los profetas de la antigüedad, en este tiempo de gracia, por la promesa (v. Hechos 2:38-39), Dios viene a morar de manera permanente con sus hijos: «Desde que Dios nos adopta, nos convertimos en hijos de Dios por toda la eternidad: aquí en la tierra y allá en el cielo. «Los sellados son inscritos en el libro donde se están anotando todos los nombres de los hijos de Dios… ¡Y son aptos para la vida eterna!, solo les falta un requisito: perseverar hasta del fin; pero lo demás ya lo tienen: fueron bautizados y sellados con el Espíritu Santo, lo que les garantiza que entren al reino de los cielos, siempre y cuando perseveren en la doctrina hasta el fin, que es lo más difícil y lo más fácil. Todo está en el querer como en el no querer: en decir quiero o no quiero». En otro momento, recordó que durante el mes de marzo, en Hermosa Provincia tuvieron lugar sendas escuelas dominicales para visitas y hermanos retirados. Para estos cultos, cada hermano llevó, como mínimo, a un invitado: el vecino con el que convive, el médico que lo ausculta, el compañero del trabajo, el familiar con el que convive… Destacó que, sin excepción, cada hermano tiene a un conocido que no pertenece a la iglesia, al que puede invitar a que asista a la Casa de Oración. Apartarse de ofender a Dios: requisito para conservar la santidad En relación con la santidad, contrastó el concepto predicado por clérigos, monjes y religiosos, quienes creen que para ser santos es necesario enclaustrase en conventos, monasterios, seminarios o poblados alejados de la sociedad. Contrario a esta idea, el Apóstol de Jesucristo fue categórico: «Nuestra santidad se debe llevar delante de los hombres. La santidad no es vestirse de blanco o caminar con las manos pegadas. Santidad es estar apartado de todo lo que ofende a Dios. ¿Y qué es lo que ofende a Dios? ¿Que vayamos a nuestro trabajo?, ¿a comer a un restaurante?, ¿a practicar algún deporte el fin de semana? No, esto no es ofender a Dios». Ser santo es vivir en santidad, tener un corazón bueno. Es vivir en donde está la tentación, pero no caer en ella. Es alejarse de todo lo que destruye el cuerpo, que es templo del Espíritu Santo, y servir a Dios, amándole sobre todas las cosas. En este sentido, abundó: «Lo que ofende al Señor son los vicios, el alcohol, las drogas, la maledicencia… Entonces, ¿cómo puede un hermano apartarse de ello? Con el solo hecho de decir: ‘No quiero participar de eso o aquello’, ¡y lo podemos hacer! Tan fácil como decir quiero, y tan difícil como decir no quiero. A nadie se nos impone a la fuerza. Sin embargo, para el que quiere… ¡qué fácil es perseverar en la doctrina! El hermano vive su santidad, mientras no ofenda a Dios, porque el que lo hace santo es Dios. «Los hijos de Dios siempre buscan hacer el bien con sus obras y no les es difícil hacer la voluntad de Dios: tan fácil como decir quiero, y tan difícil como decir no quiero. La decisión está en nuestras manos, pero es una decisión voluntaria, porque en la iglesia no se impone a nadie la doctrina; esta se predica y con ella se aconseja a la conciencia de cada hermano, para que cada quien tome una decisión». Hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente Sobre los avivamientos, el Apóstol de Dios dio testimonio de un hermano retirado que, con humildad y reconocimiento, se acercó a la oficina pastoral a pedir permiso para entrar al avivamiento, porque quería buscar la bendición de Dios. Luego de pedir la adopción divina, fue uno de los 54 hermanos que fueron sellados con el Espíritu Santo. En este tenor, abundó: «Lo único que tuvo que hacer el hermano, fue decidirse: buscar a su padre y dejar de hacer lo malo. ¿Qué le dijo el Señor?: ‘Venid, bendito de mi padre…’. Por eso, dije: ¡Qué fácil es servir a Dios y vivir en santidad!, pero también qué difícil… pero eso depende de nosotros». Luego de la citada bienvenida, la fiesta espiritual continuó: entre ellos se abrazaban y lloraban de gozo y algarabía espiritual. Dijo Cristo: «Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente» (Lucas 15:10). En este tenor, el Embajador del reino de los cielos expresó: «Yo me imaginaba a los ángeles cantando glorias, aleluyas y alabanzas de triunfo. En ese momento se escribían en el libro de la vida los nombres de los hijos de Dios, quienes ya son aptos para la vida eterna, solo resta queque sean fieles hasta la muerte» (v. Apocalipsis 2:10). En otro momento, el Apóstol Naasón Joaquín reiteró: «Qué bonito, ¡somos un pueblo feliz! Reviso las redes sociales y contemplo que en todas las iglesias hay bautismos, avivamientos y jornadas de evangelización». El hermano P.E. Benjamín Chávez comentó que los miembros de una iglesia pentecostal, luego de tres meses de diálogo de su ahora ex pastor con miembros de La Luz del Mundo, decidieron bajar a las aguas del bautismo. En la nueva era de triunfos y victorias del apostolado contemporáneo, testimonios similares se replican. Hablar la verdad: la mejor forma de contrarrestar las injurias El Siervo de Dios dio un consejo a sus colaboradores: «La mejor forma de contrarrestar las injurias de aquellos que no conocen a Dios, es hablando la verdad». Trajo a la memoria su participación, durante más de una década, en el programa «Nosotros conversamos», transmitido en vivo por Radio Kali (900 AM), desde Los Ángeles, California. Destacó que este, como todos los programas de radio de la Iglesia —actualmente los podcast , en internet— han sido instrumentos de evangelización. Y agregó: «Que grande satisfacción se siente cuando, al hablar en la radio, nos encontramos a a los radioescuchas que nos escucharon y que ahora son nuestros hermanos en Cristo. Ese es un pago para nosotros. A veces hay que critica y dice: ¿Para qué el radio?, sin embargo, la evangelización a través de los medios de comunicación da frutos. Yo soy testigo de eso… es una forma de dar testimonio. «Hermanos: ¡Seguimos de fiesta! Ayer me alegré mucho con los hermanos que fueron sellados con el Espíritu Santo, aquí en Hermosa Provincia. ¡Me alegré al contemplar a los nuevos hijos de Dios! Dios los bendiga». Fuente: Coordinación de Crónica Apostólica. [srizonfbalbum id=3055] Berea Staff, J.R. Share This Previous Article«No se separen de la Elección»: consejo apostólico a los ministros y a la Iglesia Universal Next Article«Sigamos trabajando para que la Iglesia viva en unidad...» April 20, 2018