HomeAgenda Apostólica¡Que Dios bendiga Michoacán, que Dios bendiga Zamora!: Apóstol de Jesucristo Naasón Joaquín Agenda Apostólica ¡Que Dios bendiga Michoacán, que Dios bendiga Zamora!: Apóstol de Jesucristo Naasón Joaquín (Coordinación de Crónica Apostólica) — La mañana del sábado siete de octubre de 2017, el Estado de Michoacán respiró otro ambiente, el Apóstol y maestro Naasón Joaquín García, arribó a esta entidad justo al rayar el alba. En su itinerario tenía contemplada su primera visita a la Iglesia de Zamora, pero justo antes de llegar a su destino de esa mañana, un grupo de hermanos le esperaron desde la madrugada en el poblado de El Sauz, con el decidido propósito de saludarle a su paso. La meta fue más que exitosa ya que el Varón de Dios no solo se detuvo a saludarlos, sino que además descendió de su vehículo y entro a la Casa de oración que se encuentra en ese lugar para agradecer a Dios su llegada a este Estado. Tras dejar una hermosa bendición con sus hijos de esta población, el Hombre de Dios se dirigió a su destino, donde estuvieron trabajando toda la noche en los preparativos para recibir tan insigne visita. Al llegar, un nutrido grupo de hermanos abarrotaban ya el inmueble donde se reúnen a sus cultos diarios. Un batallón de infantes enmarcados en un arco de globos nacarados y con un gran letrero que decía: Bienvenido Apóstol de Jesucristo Naasón Joaquín, lo recibieron al descender de su vehículo. EL Siervo de Dios se alegro al verlos y los invito a entrar al Templo donde las almas que ya se habían percatado de su presencia le aguardaban envueltos en el júbilo característico que Dios da a sus hijos ante la presencia de sus enviados. Mensaje a la iglesia de Zamora, Michoacán Al entrar en el recinto sagrado, el júbilo se desbordó y los presentes glorificaban al Altísimo Dios por la presencia de Su enviado. El Padre de la fe, subió a su ministerio y con manifiesta alegría por encontrar a una Iglesia llena de fe, externo las siguientes palabras: “Heme aquí, vuestro Cristo, hasta el último aliento ¡Que alegría poder visitar esta bella ciudad y contemplar esta hermosa Casa de oración repleta de los Hijos de Dios! Pasando por la carretera, se me decía el día de ayer: ‘Varón de Dios, usted va a pasar por estas regiones, ahí en Zamora también hay unas almas, que como aquella mujer de Sunem, han puesto una mesa, que han puesto un vaso de agua, que han puesto comida, para que usted pase y se recree en Zamora y su fe en cada uno de ellos’ ¡Como no! – les dije yo ¡Claro que voy a pasar! pero no me llama la atención la comida, sois vosotros a quienes yo vengo a ver, a los que yo vengo a decirle, ‘Michoacán que alegría estar entre vosotros’. Así es que queda un momento únicamente, pero me llevo la sonrisa, las lágrimas, las miradas, el corazón de cada uno de vosotros, como yo sé que mi corazón también ha de quedar en vuestros corazones. Pero no quiero únicamente, que mi presencia sea para buscar un alimento material. Llegó un momento en que aquella mujer, fue afligida por nuestro Dios y se le dio noticia al Profeta de Dios y se le dijo: ‘Aquella mujer que ha reconocido que eres un Hombre de Dios, aquella mujer que se ha esmerado para poner una cama, una mesa, para que cuando pases llegues y descanses; Dios la ha afligido…’ Yo también hoy vengo a este lugar, yo no sé lo que has vivido en estos lugares, no se la forma de vida que se lleva en este Estado, pero yo quiero decirle al Señor: ‘Señor ellos me han recibido, ellos han creído que tú me has enviado, tendrán angustias, tendrán tristezas, tendrán aflicciones, (iglesia de Zamora, permíteme doblar mis rodillas y decirle al Señor), Señor, bendice a esta iglesia, engrandécela, multiplícala y si en alguno de ellos hay alguna aflicción, venga tu espíritu, venga tu ángel, a darles ese consuelo’. Enseguida, iglesia y Apóstol se fundieron en una ferviente oración que traspasó los de los cielos e indiscutiblemente fue recibida por el Padre celestial. En ella, los hijos de Dios en Zamora, Michoacán; fueron consolados de sus muchas aflicciones, por el ángel de la consolación. Al término de su fervorosa plegaria, el insigne Maestro se despidió de ellos con un hasta mañana: “Iglesia de Zamora, ¡Ten confianza, Dios te va a bendecir, Dios te va a multiplicar, Dios te va a cuidar y te tomará como yo lo he hecho desde días pasados, ¡en el hueco de su mano y seguro estarás con él! Que sigas siendo la luz que alumbra en esta ciudad y que las almas sigan viendo en ti, que sigas siendo esa hermosa claridad que es la claridad de Cristo, ¡Hasta mañana donde los esperaré con una inmensa alegría! Que la paz de Dios quede en vosotros, Dios los bendiga, Dios los cuide en su santo y en su bendito amor”. Al descender de su Ministerio los fieles que se habían apostado en ambos lados del pasillo central, extendían sus manos para tocarle, seguramente con la fe de recibir algún milagro en sus vidas. Las lagrimas de gozo, no se hacían esperar, al recibir las bendiciones que el Hombre de Dios impartía a cada uno de ellos. Indicaciones al ministro y el lugar que Dios le ha dado Ya en la mesa con sus invitados, destacó el lugar de respeto que la Iglesia del Señor se ha ganado entre la sociedad y el asombro de ésta última al ver la unidad de la Iglesia, su conducta, su forma de vida, el cambio de las personas que se bautizan en La Iglesia Luz del Mundo, máxime cuando la misma sociedad ha sido testigo de la mala manera en que vivieron aquellos conversos. Enseguida dio indicaciones al ministro en turno D.E. Guillermo Granados Quirino para adquirir los terrenos localizados alrededor del templo, a fin de construir un templo nuevo y más grande que cuente con áreas verdes donde propios y extraños puedan disfrutar de un sano esparcimiento. Esta indicación apostólica se debe a que, aunque el actual templo es grande, el Apóstol del Señor pudo observar que se había llenado en su totalidad, razón por la que, en base a la promesa de crecimiento y expansión de su pueblo, que El Creador le hizo el 8 de diciembre de 2014; pidió a los hermanos de Zamora, extender sus estacas a derecha e izquierda. Cabe destacar que, a pesar de la hora, muchas personas inconversas se aprestaron a ir desde muy temprano para ver al Ungido de Dios, personas que seguramente se convertirán a la fe de Jesucristo, pues como está aconteciendo en todo lugar, las almas reciben y aceptan al Enviado de Dios y bajan a las aguas del bautismo. Posteriormente, ante el gozo por su presencia en ese lugar que le manifestó el ministro anfitrión, el Siervo de Dios refirió el siguiente razonamiento: “El lugar que Dios da, para Dirección de la Iglesia, no es únicamente para la administración de la misma, es un lugar también de protección, de consuelo; así es que, todo aquel que recibió al Apóstol Samuel, todo aquel que recibió al Apóstol Aaron y todo aquel que espera que Dios haga la obra, podrá recibir a su hermano Naasón. No ven la diferencia porque no están viendo la persona, si no la gracia de Dios que es en favor de la humanidad, que es en favor principalmente los que fueron abarcados en esta gracia… Entonces, -como usted lo dice verdad, voltean a ver el ministerio, apostólico y sienten seguridad, sienten confianza, sienten protección, sienten consolación,”. Despedida Finalmente se despidió recordando que tienen la misión de predicar el evangelio para que Dios cumpla sus promesas en ellos, reiterando que más que un alimento material, él quiere almas para Cristo y agradeció a los hermanos y hermanas que estaban en la cocina, la atención que le brindaron esa memorable mañana. Al salir a la calle para abordar su camioneta, los hermanos que le esperaban le saludaban efusivamente. Una hermana mayor le tomo del brazo y le dijo: “Hace mucho que lo estábamos esperando”, a cuyas palabras el Siervo de Dios respondió: “Mi espíritu se queda con ustedes, esa es la bendición de Dios”. La multitud de hermanos habían hecho una valla para despedirse de él, a los cuales impartió su bendición antes de partir. Fuente: Coordinación de Crónica Apostólica. Berea Staff, J.R. 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